Cómo iniciar a los niños en el maravilloso mundo de la lectura

Las vacaciones permiten pasar mayor tiempo con nuestros hijos. Para buscarles otras alternativas de entretenimiento, es un buen momento para hablar sobre el maravilloso hábito de la lectura.

07 de Enero de 201321:17

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Por: Sophia

Nunca es demasiado temprano para iniciarlos en este camino. Lógicamente habrá que adoptar distintas estrategias según la edad.

A los niños les encantan los cuentos, tanto los que narran historias posibles, con temas cotidianos, como aquellas fantásticas, con personajes inexistentes. Para los niños todo cobra realidad; la diferencia entre la fantasía y la realidad no pueden percibirla totalmente y ambas pueden coexistir. Esto los fascina.

Es raro que puedan permanecer atentos y callados frente a la lectura de un cuento. Necesitan hablar, preguntar, acotar, modificar. Siempre tienen algo para decir, y es bueno que los escuchemos e interactuemos con ellos, aunque nos alejemos del cuento por un rato. Que aprendamos como padres a disfrutar de estos momentos con los niños, momento de juego, intercambio y creatividad.

También es sumamente frecuente que pidan que les leamos un cuento en forma reiterada. Pueden aceptar cuentos nuevos, pero en algún momento piden la relectura del cuento preferido. Y lo conocen tan en profundidad que si cambiamos alguna frase nos corrigen. Necesitan repetirlo tal cual es o como ellos eligieron que sea. Generalmente detrás de esta repetición está la necesidad de solucionar algún pequeño conflicto inconsciente que la temática del cuento evoca.

Los niños expresan sus conflictos a través del juego. Y la lectura, que para ellos es un juego, de alguna manera les permite elaborar diferentes situaciones que se van dando a lo largo del crecimiento.

En la lectura de un libro se abre un espacio imaginario donde aparecen personajes que de alguna manera nos representan, y también cuentan una historia que puede representar un conflicto y una solución. Además, el contacto con la literatura desarrolla la imaginación y acrecienta el lenguaje.

Cómo captar su interés

Como en todos los órdenes de la vida, lo mejor es el ejemplo. De padres lectores será más fácil que crezcan hijos lectores. Si nuestros hijos ven en nosotros el hábito de la lectura, seguramente sentirán curiosidad de ese objeto que tanto llama nuestra atención. También sirve ir con ellos a la librería y participar de la elección y compra de los ejemplares, que además puede ser en cualquier momento, no sólo para una situación de festejo especial que amerite un regalo.

Para ir creando el buen hábito de la lectura en niños pequeños es conveniente hacer una escenificación del cuento. Cambiar los tonos de voz, movernos alrededor de ellos haciendo los ademanes representando a los personajes, implicarlos en el cuento, haciendo que participen, pregunten, acoten y actúen. Elegir libros que tengan imágenes grandes, llamativas, importantes.

Permitir que cambien la historia, o que hablen sobre lo que ven en el dibujo, aunque se alejen del cuento en sí. Este derroche de imaginación es algo para disfrutar y estimular.

Aún si parecen no prestar atención, es conveniente no enojarse sino continuar con el cuento y la dramatización. En algún momento, alguna frase les llamará la atención y el adulto verá qué escuchaban más de lo que suponía.

Qué libro conviene para cada edad

Si le presentamos al niño un libro que no está acorde a su nivel de desarrollo probablemente se aburrirá enseguida, ya sea porque no lo entienda o, al contrario, porque ser demasiado pobre en contenido y no le llame la atención.

Sabemos que si bien un bebé no tiene el desarrollo suficiente como para disfrutar de un libro, sí puede llamar su atención las formas y los colores.

A partir de los 2 años el niño puede disfrutar de un libro duro, resistente, que pueda llevarse a la boca. Debe ser fácil de limpiar, con gran variedad de tamaños, texturas, materiales (ojo, verificar que sean no tóxicos!) y colores. Es bueno que las imágenes sean grandes y atractivas. Pueden no tener texto o contar una muy breve y sencilla historia, ya que el niño se interesará por lo que ve y por lo que el adulto pueda contar y teatralizar, configurando en ese accionar e intercambio un juego muy atractivo.

En la etapa preescolar, entre los 3 y los 5 años, el niño ya puede utilizar el lenguaje. Pueden disfrutar de libros con alguna historia que sea sencilla, con muchos colores, objetos, números. Los dibujos pueden ser un poco más pequeños y con más detalles. Otra posibilidad es narrarles cuentos sin imágenes para que ellos los completen con su imaginación. En todos los casos, sigue siendo importante nuestra teatralización de lo narrado. Les gustan mucho los cuentos que tienen animales como personajes, o también otros niños, con quienes sentirse identificados. La historia debe ser clara, los personajes bien definidos y mensaje, directo y evidente.

Al inicio de la etapa escolar, entre los 6 y los 8 años, los niños están preparados para disfrutar de una historia más estructurada, con un argumento definido, y especialmente de aquellos cuentos que le ayudan a desarrollar su imaginación. Les encantan los personajes fantásticos, con los que suelen identificarse.

Entre los 9 y los 11 años ya no son tan necesarias las ilustraciones. Pueden leer cuentos o novelas con capítulos cortos, con temáticas interesantes para su edad, especialmente cuando aparecen héroes a quienes seguir. También disfrutan de los libros o revistas de historietas.

A partir de los 11 años, se sienten muy atraídos por los cuentos o historias de aventuras, suspenso, terror, ciencia ficción. Pueden sostener la lectura de historias cortas, con capítulos breves y de temas que llamen su atención. No es necesario que tengan grandes ilustraciones.

A partir de los 12 años, cada niño ya está en condiciones de hacer sus propias elecciones sobre las temáticas que les resultan interesantes. Por lo tanto lo ideal es consultarlos sobre qué autores o qué tipo de historias son de su agrado, o directamente acompañarlos a la librería para que elijan ellos mismos. 


Cómo disciplinar positivamente a los niños sin recurrir al castigo

Todos desearíamos poder criar a nuestros hijos sin tener que recurrir a gritos ni amenazas. Pero también sabemos que los límites contienen y ayudan a crecer. ¿Existe una forma de educar que no apele a la violencia ni la genere en los niños?

16 de Febrero de 201313:47

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Por: Sophia

La palabra disciplina ha adquirido en nuestros días una connotación negativa. Criados a veces por padres rápidos para castigar o levantar la mano, influidos por teorías psicológicas que enarbolan la autoestima de los chicos como bandera, muchos padres hoy comparten un secreto desafío: tienen pánico de educar a sus hijos con normas y reglas restrictivas, y cuando lo hacen se mueren de culpa. Quieren que sus niños crezcan respetuosos y educados, pero carecen de modelos válidos para lograrlo. ¿Es ésta una situación imposible?

En absoluto. Estudios recientes demuestran que los chicos vienen al mundo con una tendencia innata (escrita en sus patrones cerebrales) a conectar afectiva y cognitivamente con otros, y que los niños que desarrollan una conexión fuerte y sana con su familia y su comunidad son menos proclives a tener problemas de conducta. A su vez, para poder contribuir a la comunidad es necesario que los chicos aprendan ciertas habilidades sociales importantes. Las nuevas corrientes pedagógicas, entonces, se construyen sobre dos preceptos: la disciplina se aprende, y la disciplina enseña.

No se trata de un concepto nuevo. El psicólogo vienés Alfred Adler (1870-1937), un contemporáneo de Freud con ideas bien distintas acerca de la naturaleza humana, estaba convencido de que lo que movía la conducta de las personas no eran los hechos del pasado sino el deseo y la necesidad de pertenecer a una comunidad. Sus ideas echaron raíz en Estados Unidos -y en otras partes del mundo- luego de que se exiliara allí huyendo de los nazis.

"Disciplinar es diferente a castigar -explica Valeria Fontanals, psicopedagoga, Magister en Educación por el Harvard Graduate School of Education y fundadora del Proyecto VF, espacio psicológico, educativo y cultural)-. Disciplinar significa establecer normas claras que deben ser seguidas, con referencias que regulan el comportamiento infantil. Poner límites quiere decir, también, contener de forma física y emocional." La especialista argentina subraya que "la falta de límites trae aparejados problemas de conducta y sobre todo frustraciones. Los chicos que se gobiernan a sí mismos son chicos a los que en el futuro les va a costar mucho aceptar las frustraciones. Están en la fase de distinguir lo correcto de lo errado, lo que está bien de lo que está mal. Necesitan adoptar normas que en el futuro les permitan relacionarse con el mundo."

¿Pero por qué los padres no pueden decirles que no a sus hijos? ¿Es posible revertir esta situación? Para Fontanals lo primero es tomar conciencia de qué tipo de disciplina aplicaron nuestros padres con nosotros, ya que ésa es la conducta que tenemos a repetir espontáneamente. Muchas veces, la relación con los hijos pemite a los padres subsanar carencias sufridas en su propia crianza.

Ese fue el caso de Alejandra Ferrero (43), mamá de Paloma, de 6 y Micaela, de 14. Criada por una madre que no desestimaba la violencia física ni verbal a la hora de imponer su autoridad, Alejandra hizo de la maternidad una apuesta al cambio y a la reparación. "Cuando tuve a mi hija me puse como objetivo jamás repetir ese patrón que tenía incorporado. Empecé a buscar otras alternativas en todos los sentidos. Para poder poner límites a mis hijas tuve que aprender a conocerme."

Hizo cursos, buscó referencias en la familia de su marido y tendió redes entre sus conocidos. Así pudo encontrar una forma armoniosa de relacionarse con sus hijas. "Ellas me obligaron a confrontarme con mis propios fantasmas. Ahora reflexiono cuando me saco y les reconozco mis defectos. Es difícil no repetir lo que tuviste, es mi gran desafío. Yo decía 'jamás le voy a gritar ni pegar a mis hijos'. Pude sostener lo de pegar, pero reconozco que a veces grito. Una vez le grité a Micaela y ella me dijo '¿Me lo podés decir sin gritar? 'Y reaccioné."

Una de las enseñanzas más importantes que acuñó Alejandra en su búsqueda como madre fue que "para criar hijos con armonía hay que tener tiempo. La falta de tiempo quita armonía. La maternidad es un camino de autoconocimiento muy profundo, porque nuestros hijos nos invitan a vernos." Por esta misma cualidad, cree que no es bueno transitar ese camino sola."Una mamá con un niño pequeño nunca debiera estar sola", destaca.

Para Gabriela Kogan, de 46 y madre de Clara de 7 años, las cosas se dieron de una forma más natural."En mi casa los límites siempre fueron conversados. Vengo de una familia de psicólogos y por suerte pude repetir ese modelo con mi hija Clara."

Gabriela cree que la mejor forma de poner límites es a través de la comunicación. "Para mí el 'porque sí' no es una respuesta. Yo le trato de explicar las cosas y cuando no las entiende le digo: 'Soy tu mamá y sé que es lo que más te conviene. Te digo esto porque quiero cuidarte y sé cómo hacerlo. Confiá en mí.' Eso lo puedo hacer cuando estoy segura de la decisión que tomé. Mi marido siempre me dice: 'No la amenaces con nada que no vayas a cumplir'. Es el desafío más grande que tenemos como padres". Y agrega: "Para mí la disciplina tiene que ver más con el tono que con lo que se dice. Cuando les das todo lo que piden, los chicos se vuelven unos eternos insatisfechos. A veces le negocio la ropa que se pone o los horarios de la tele porque entiendo que es una niña de su tiempo y tengo que respetarla. Cuando va a la casa de las amigas quiere usar lo que usan y aunque yo no esté tan de acuerdo, me parece algo normal. Lo importante es decirle que la vida no son las pulseritas ni el programa de turno."

Está claro que las características de cada niño requieren de estrategias disciplinarias diversas. Alejandra ejemplifica con sus hijas: "A diferencia de Micaela, Paloma se rebela contra las normas de la casa. Y yo trato de acompañarla con su propia energía. Paloma es activa, entonces le ofrezco actividades, y cuando está enojada sé que la saco de ese estado con el humor." El humor sería, en este caso, una estrategia de disciplina positiva.

Viejos dilemas, nuevas herramientas

Según Jane Nelson, educadora estadounidense y autora de varios libros de pedagogía, la disciplina positiva tiene las siguientes virtudes: otorga una sensación de conexión, pertenencia y significado; es respetuosa del niño y de los padres; es efectiva porque toma en cuenta lo que el chico piensa y siente; enseña habilidades sociales como el respeto, la cooperación y la consideración por el otro, y genera autonomía al educar a los chicos en la resolución de problemas.

¿De qué herramientas se vale?

La auto-observación: Recientes investigaciones en neurociencia dan cuenta del poder de la imitación en los seres humanos. En un contexto pacífico, sin gritos ni agresiones, el chico aprende a expresarse y actuar sin violencia. Así, es notable cómo los padres que se entrenan en auto-observarse en la vida cotidiana pueden regular mejor la expresión de sus emociones, darse cuenta de cuándo están descargando ellos frustraciones del día, o cuándo están siendo poco firmes en servir de parámetro externo de disciplina. La mayor bendición que un niño pueda recibir es la de ser criado por padres que trabajan sobre sí mismos cotidianamente, ya que recibirán los frutos de esa capacidad de discernimiento que la auto-observación provee.

Practicar el "time out" (tomar distancia): En medio de un berrinche o una confrontación aguda, puede ser útil parar la situación y alejarse un rato para poder calmarse y pensar. Cuando un chico está desbordado por el enojo o la emoción, su cerebro no puede procesar lo que el adulto le está transmitiendo, y menos aún si el adulto también está tomado por sus propias emociones. A diferencia de la vieja consigna de "al rincón a pensar en lo que hiciste", la idea del 'time out' es dar a ambos –el niño y la madre o el padre- un tiempo y un espacio para calmarse y procesar mejor lo que están sintiendo. Conviene explicitarlo: "Ahora cada uno va a estar solo un rato, hasta que podamos hablar más tranquilos".

Ser coherentes: Cuando la misma conducta a veces está bien y a veces está mal, el chico no recibe una consigna clara. La ausencia de consignas claras es un semillero de conductas disruptivas en el futuro. Si uno cree que se equivocó y quiere cambiar las pautas, es mejor reconocer el error y pedir disculpas que cambiar de actitud sin más. Desde la vieja concepción de crianza, pareciera que pedirle disculpas a un hijo por haberse equivocado o excedido en una actitud hacia ellos implicaría asumir una posición de debilidad. Muy por el contrario, si esto se da en un contexto de roles claramente definidos, para un chico puede ser invalorable el aprendizaje de que el adulto se haga cargo de ese error, y lo considere como persona. Le dará pautas para hacer lo mismo cuando suceda lo inverso y sea el hijo quien tenga que hacerse cargo de sus errores.

Dar opciones: Todos los chicos –aun los más pequeños- necesitan ejercitar la facultad de tomar algunas decisiones propias, de manera de ir cobrando confianza en ellos mismos. El secreto es hacerlo de dentro de límites razonables: si no se le puede dejar que vaya al jardín con el disfraz de lentejuelas, por ejemplo, al menos se le puede ofrecer que elija entre todas sus otras prendas, y luego respetar su decisión. Siempre hay una elección posible.

Pedirles ayuda: Sobre todo con los adolescentes, una forma sorprendentemente eficaz de resolver conflictos es pedirles ayuda: consensuar con ellos reglas necesarias, e incluso las consecuencias que tendrá el hecho de incumplirlas. Cuando una situación se desborda y el padre no sabe cómo manejarlo, a veces puede ser válido pedirle al hijo que piensen juntos cómo superar el trance.

Ver más allá: En los nenes chiquitos es muy frecuente que el capricho o el berrinche esconda tristeza, cansancio o enojo por alguna cuestión ajena a la situación concreta que lo desató. A veces son celos por un hermanito, necesidad de mayor atención del padre o la madre, o una reacción inconsciente a algún conflicto que está ocurriendo en la casa. En todos estos casos, un abrazo amoroso puede ser la mejor respuesta. Cuando el berrinche cede, suelen aparecer las emociones reales que lo motivaron.

Confiar y dar confianza: La confianza de los padres en sus hijos, y viceversa, es clave para tener un vínculo sano que ayude a crecer. Los padres tienen que lograr que los hijos se animen a expresarles lo que sienten y a contarles las cosas que les pasan. Muchas veces, empezar por expresar confianza -sin dejar de lado una razonable cautela- es la mejor forma de ayudarlos a ganársela. 


Notas Importantes

¿Qué es un parto respetado?


Todas las actividades que se realizan en el marco de la Semana del Parto Respetado están vinculadas a la concientización acerca de los derechos de las mujeres a la hora de dar a luz, y la importancia de garantizar nacimientos seguros, naturales y durante los cuales la madre goce de absoluta libertad. El parto respetado es un parto donde la prioridad es la libertad de movimiento y postura, respetando la fisiología femenina dando el tiempo que necesite para el nacimiento.
Cuando hablamos de humanizar estamos hablando de la necesidad de devolverle al nacimiento su verdadero sentido, protagonizado por la mujer que pare, el hijo/a que nace y el hombre que acompaña, respetando los tiempos de la naturaleza que son distintos en cada mujer, y cuando los verdaderos protagonistas viven este momento con la entrega que se requiere, la intervención de las/os profesionales, será solo de acompañar sin intervenir.
Dar a Luz plenamente es posible si le devolvemos a la mujer la seguridad perdida, preparándola para un nacimiento en un lugar que ella escoja y que le de seguridad, rodeándola de un ambiente cálido, acompañada por las personas que forman su núcleo de amor y amistad y dejándola asumir la tarea de acuerdo a sus creencias y necesidades.
La institucionalización de los partos ha hecho que se sistematicen una serie de controles y procedimientos sobre la mujer y el bebé sin evaluar el estado de salud de cada individuo y sus necesidades particulares, transformándose en rutinas; que suelen ser molestas, dolorosas y potencialmente riesgosas aplicándose sin justificación científica por costumbre del equipo de salud o que sigue pautas que no han sido revisadas y actualizadas.
El proceso del trabajo de parto y nacimiento es diferente en cada mujer y cada bebé, es diferente en los aspectos tanto físicos como emocionales, diferente en su desarrollo temporal. Es necesario respetar el tiempo que cada mujer y cada bebé necesita para parir y nacer.
Fuente: Relacahupan
(Red Latinoamericana y del Caribe para la Humanización del Parto y Nacimiento)