Un cuento para que te leamos los dos....
Luchando con las preguntas
Pirincho Livingstone parecía un cantante de rock. Se acomodó el copete usando el espejo del arroyo de la arena blanca. Aunque había decidido no andar por un solo camino, su corazón de pájaro le decía que debía trazarse un rumbo. Buscó una hoja de palmera y un palito que afiló en una piedra, y dibujó algo parecido a un mapa. Con una flecha marcó el norte, por donde vio que se había ido la Viudita Blanca. Una línea que subía… ¡para arriba quería ir el Pirincho!
¡Ay, ay, ay! En plena decisión lo asaltó una pregunta. Sí, lo tuvo a los saltos durante un buen rato… ¿el norte era siempre para arriba?
La verdad es que muy entendido en mapas no era. Hacia arriba estaba el cielo y allí seguro que, por el momento, no quería ir. Iba a volar bajo, mirando las huellas de otros pájaros.
- Mejor me dejo de hacer planes y que mis alas nomás me lleven, se dijo, y levantó vuelo.
Anduvo y anduvo un largo trecho y cuando sintió sed, bajó. Aún no estaba tan lejos, el río Uruguay le resultó familiar. Un río largo, el Uruguay. Se hizo lugar entre las gaviotas y se tiró al sol. ¡Qué fiaca tenía!
- ¡Pirincho Livingstone!, se dijo, ¿qué es eso de quedarse quieto y cómodo?
Otra vez lo asaltaron preguntas tan pesadas como los tábanos: ¿por qué? ¿para qué? ¿a dónde?. Se llenó de preguntas, y tanto le pesaron que casi se hundió en la arena. El sentido del viaje, después del primer impulso, iba perdiendo fuerza. No iba a volver para atrás pero ¿a dónde iba? ¿a la región del silencio de la que había oído hablar? ¿y para qué?
Se puso un ala en la cabeza como cada vez que no entendía y se quedó quieto, quietito, pensando…
-¡Ah, no!, dijo de repente.
Se paró en la playa, sacudió una y otra vez todas las plumas y batalló con las preguntas, sacó pecho y les dijo:
- ¡Ja! Para conocer algo nuevo, ¡qué tanto!
Y les sacó la lengua de pájaro para ahuyentarlas del todo.
- Las preguntas son tramposas, murmuró, más vale tenerlas cortitas.
Y siguió viaje… Pirincho se sentía un verdadero héroe de película.
Mientras él se iba se podía ver un remolino en la playa. Un enredo de signos de interrogación que el Pirincho había lanzado al aire con sus alas.