Las malas palabras: ¿cómo hago para que no las diga?

Es normal que los niños digan palabrotas para provocarnos ¿es mejor hacer oídos sordos o retarlos?

Momento incómodo en la vida de toda madre: Viajando con su hijo de tres años en el colectivo y que el niño maldiga en frente de todos y a los cuatro vientos. La gente, sorprendida, mira a la madre con cara de: “Es un mocoso malcriado y es toda tu culpa”.

 

 

Lo que los pasajeros del colectivo no entienden es que el niño sólo está jugando y no tiene idea de qué está diciendo. Esa palabrota la pudo haber escuchado en cualquier lado y no necesariamente refleja que sus padres la digan constantemente.

 

Pero el niño va a estar contento después del papelón porque cometió su objetivo: es el centro de la atención.

 

Los más chiquitos

 

La etapa en que los niños dejan atrás los pañales y comienzan a controlar su esfínter es el origen de la problemática.

 

Saber retener y expulsar les produce un gran placer y por eso, todo lo que tenga que ver con ir al baño les resulta sumamente interesante. Por otro lado, lo asocian con lo desagradable: mancharse la cola o mojarse en la cama.

 

En este momento de sus vidas suelen elegir palabras relacionadas con lo escatológico para llamar la atención de los adultos, porque son palabras de las que han tenido vivencias concretas en lugar de otras de las cuales no conocen bien el significado.

 

A medida que crecen…cambia el contenido de estas expresiones y su motivación. Escuchan malas palabras en la calle, el colegio o la propia casa y las repiten. Aquí entrarán en juego las palabrotas propiamente dichas.

 

¿Por qué lo hacen?

 

  • Para transgredir las normas
  • Para ser igual a los otros niños
  • Para demostrar que ya no son bebés

 

 ¿Qué hacer frente a esta rebeldía?

 

Si sabemos que lo hacen para llamar nuestra atención, lo mejor es ignorarlos. Así se evita entrar en el juego de la provocación.

 

Dar el ejemplo. No decir malas palabras en frente de los niños (tampoco vendría mal dejar de decirlas por completo). Para que no nos imiten y para ser coherentes con lo que estamos tratando de enseñarles.

 

No sobreactuar. Hay que recordar que, aunque cometieron una falta, son pequeños y sólo pretenden jugar. No hay que ser demasiado estrictos a la hora de corregirlos.

 

Explicar qué palabras son inaceptables. Que entiendan cuáles son las que no nos gustan y el porqué. No en el momento en que las dicen, pero tampoco que la explicación sea muy distanciada del hecho concreto.

 

Si se llega a tal punto, explicarles qué significa esa palabrota que gritan todo el día. Que entiendan que si insultan a sus amiguitos o hermanos los pueden herir. Además, levante la mano la mamá que no escuchó que “carajo” originalmente significa una parte del barco.

 

 

¿Hasta qué punto aceptarlo?

 

 

Cuando la frecuencia o intensidad son excesivas la situación se debe analizar de otra manera. A veces los niños recurren a las malas palabras para:

 

 
  • Resolver una necesidad imperiosa de llamar la atención
  • Expresar desagrado a través de la agresividad.
 

 

Sería bueno hacer una autoevaluación: ¿le brindamos la suficiente atención?; ¿lo escuchamos?; ¿somos demasiados estrictos?; ¿hay algún conflicto en la familia que lo pueda estar molestando?


http://www.materna.com.ar/Ni%C3%B1o/Ni%C3%B1ez-de-3-a-4-a%C3%B1os/Articulos-Ni%C3%B1o-de-3-a-4-a%C3%B1os/Las-malas-palabras/Articulo/ItemID/18731/View/Details.aspx

Notas Importantes

¿Qué es un parto respetado?


Todas las actividades que se realizan en el marco de la Semana del Parto Respetado están vinculadas a la concientización acerca de los derechos de las mujeres a la hora de dar a luz, y la importancia de garantizar nacimientos seguros, naturales y durante los cuales la madre goce de absoluta libertad. El parto respetado es un parto donde la prioridad es la libertad de movimiento y postura, respetando la fisiología femenina dando el tiempo que necesite para el nacimiento.
Cuando hablamos de humanizar estamos hablando de la necesidad de devolverle al nacimiento su verdadero sentido, protagonizado por la mujer que pare, el hijo/a que nace y el hombre que acompaña, respetando los tiempos de la naturaleza que son distintos en cada mujer, y cuando los verdaderos protagonistas viven este momento con la entrega que se requiere, la intervención de las/os profesionales, será solo de acompañar sin intervenir.
Dar a Luz plenamente es posible si le devolvemos a la mujer la seguridad perdida, preparándola para un nacimiento en un lugar que ella escoja y que le de seguridad, rodeándola de un ambiente cálido, acompañada por las personas que forman su núcleo de amor y amistad y dejándola asumir la tarea de acuerdo a sus creencias y necesidades.
La institucionalización de los partos ha hecho que se sistematicen una serie de controles y procedimientos sobre la mujer y el bebé sin evaluar el estado de salud de cada individuo y sus necesidades particulares, transformándose en rutinas; que suelen ser molestas, dolorosas y potencialmente riesgosas aplicándose sin justificación científica por costumbre del equipo de salud o que sigue pautas que no han sido revisadas y actualizadas.
El proceso del trabajo de parto y nacimiento es diferente en cada mujer y cada bebé, es diferente en los aspectos tanto físicos como emocionales, diferente en su desarrollo temporal. Es necesario respetar el tiempo que cada mujer y cada bebé necesita para parir y nacer.
Fuente: Relacahupan
(Red Latinoamericana y del Caribe para la Humanización del Parto y Nacimiento)